Mentes sin amarras es un blog que nace de la búsqueda de la creatividad y del deseo de no dejar perder aquellas ideas que tocan de vez en cuando la mente y se van debido a la falta de un lugar para quedarse. Mentes sin amarras es el lugar para cualquier idea, pensamiento o escrito que ronde por ahí en las mentes de los autores.
domingo, 4 de septiembre de 2011
¿Cómo se llama?
La vi entrar en el vagón justo antes de que el metro produjera ese molesto sonido que avisa que está próximo el cerrado de la puerta y pensé con algo de malicia: ¿¡ah! con que sí?, era Lucia y tenía cara de noche de placer, de satisfacción sin medida, de sexo, pudor y lágrimas, tenía cara como de jueves por la noche en un ajetreado itinerario de orgasmos que parecerían no haber tenido fin.
Ella había pasado una noche ciertamente placentera -con quien me atrevía a adivinar- había sido una muy grata compañía. Una noche que había disfrutado en gran medida por ese tan prolongado período de abstinencia y celibato al cual había sido sometida por su mamá, una vieja loca que la había internado en un convento porque quería que ella, Lucía, su hija, se hiciera monja.
Lucía debatió y forcejeó hasta que un día logró ser expulsada del convento, cuando después de un fin de semana de licencia había ingresado bajo sus hábitos tres dildos que asemejaban a la perfección, los prominentes falos de 3 buenos ejemplares equinos.
Su padre la acogió en casa tras el escandaloso acto. Él representaba –por así decirlo- todo lo contrario a su madre, y por motivos claros, terminaron separándose; su madre y él ya no vivían juntos.
Cuando la vi entrar al vagón la saludé, hice un ademán como de todo bien con mi dedo pulgar de la mano derecha levantado hacia arriba, y ella me respondió que todo bien mientras hacia el mismo gesto. La conocía desde mi infancia, fuimos muy buenos amigos y nuestra amistad iba y venía, no era algo constante, se daba más bien a períodos intermitentes, pero siempre que volvíamos a hablar era como si el período de ausencia nunca se hubiera dado.
Ese día Lucía tenía esa cara fascinantemente pícara que siempre había encontrado tan atractiva, y no era que me gustara, simplemente admiraba su belleza. Me contó que todo iba bien, que luego de dejar el convento había vuelto a nacer, que estaba viviendo con su padre al norte de la ciudad. Cuando me dijo lo del norte me entró la duda y me atreví a preguntarle de manera bastante socarrona: "Hey Lucy -así era como le decía de confianza ¿y qué haces por aquí al sur?".
Lucía tenía el cabello mojado, emanaba ese olor a feromonas satisfechas que no siempre es fácil de notar, no llevaba maquillaje, se notaba que se había dado una ducha rápido por su cabello aún húmedo y por el sentido del tren sabía que volvía a casa. Era mala para mentir y no lo intentó porque sabía que yo sabría si ella estaba mintiendo. Así que me dijo mientras inflaba sus cachetes con un montón de aire: "Es que.... Estaba moteliando". Su confesión me provocó una de esas risas intempestivas que salen desde adentro sin avisar, y es que siempre me había encantado esa frescura con que decía sus cosas. Me entusiasmé con la idea y le dije que me alegraba, que se lo merecía, que me parecía muy bien que se diera gusto y me atreví una vez más a lanzar una pregunta que no esperaba que respondiera, pero he de confesar que me sorprendió grandemente, le pregunté: "¿Y eso?, ¿con quién?,¿cómo se llama?"… Y entonces me miró a los ojos y me dijo casi susurrando: "se llama Susana".
Fin.
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2 comentarios:
me encantó ese final je je je y me fascinó tu personaje principal! basado en la vida real?
Me transportaste en la historia, el lugar de los acontecimientos es tan cotidiano que mi mente me puso allí enseguida, al final no lo pude predecir y sabes que esa es una pauta para que al final yo diga wow y por eso logró la sorpresa que busco siempre al hacer cualquier cosa.
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