Mentes sin amarras es un blog que nace de la búsqueda de la creatividad y del deseo de no dejar perder aquellas ideas que tocan de vez en cuando la mente y se van debido a la falta de un lugar para quedarse. Mentes sin amarras es el lugar para cualquier idea, pensamiento o escrito que ronde por ahí en las mentes de los autores.

viernes, 7 de octubre de 2011

Choco





Me llaman Choco –diminutivo de Chocolate- desde que recuerdo.

No sé si soy un perro que le gustan los chocolates o un chocolate con cara de perro.

Me desperté a las tres de la mañana, o bueno, podrían haber sido perfectamente las cuatro - para ser sincero nunca pude aprender la hora-. Cada vez que intentaban explicarme me volvía presa de un sueño inexplicable, me enojaba y lo único que me venía en gana era morder con estos dientes licántropos a quien intentaba explicarme, en el fondo yo sabía que el problema no era del que me explicaba, el problema era exclusivamente mío. Sí; soy un chocolate con cara de perro al que no le interesó, ni le interesará nunca, aprender la hora-.

Bueno, el caso es que había pasado la noche anterior en vela debido a tanta emoción; la familia había estado planeando esas tan merecidas vacaciones y chocolate –osea yo- por fin iba a conocer lo que tantas veces había visto en la televisión: el mar. Quería viajar ligero y por tal motivo decidí que solo iba a llevar unas gafas oscuras y un hueso de carnaza, algo que Travis me había obsequiado hacía como una semana, del que ya no queda mucho, porque pasa que es mi instinto y tengo que estar mordiendo algo todo el tiempo. Me lo dieron como consecuencia a mis actos desmedidos de chocolate canino, había estado mordiendo las patas de los muebles de la sala y las patas de las sillas del comedor –ummm- pienso en patas y se me hace agua la boca, como me encantan esas patas de madera, pero en general, me encanta todo lo que encuentre masticable y pocas cosas se resisten a ser masticadas.

El recuento va así: llegué a la casa cuando tenía como tres meses, de una camada de seis chocolates, aunque yo fui el único que hizo honor a su nombre, porque el resto eran como chocolates blancos y otros eran como chocolates demasiado negritos – dicen las malas lenguas, que los dejaron en el horno mucho tiempo-, digamos que yo era más color nacional de chocolates. Yo era el más feito de la camada y modestia aparte, pasó conmigo lo que pasó con la historia del patito feo, aunque al final no me convertí en cisne sino en un chocolate: bonito, gordito y fuertecito. Siempre que paso delante de un grupo de personas que gustan de los chocolates, es imposible que pase desapercibido, y no es que sea creído sino que el que es chimbita es chimbita.

Me convertí rápidamente en un integrante más de la familia y veía cosas que ni siquiera entre ellos sabían, conmigo podían contar siempre con un voto de confianza porque yo era una tumba sellada y lo que allí pasaba, allí se quedaba. De la televisión aprendí que: "what happens in Las Vegas, stay in Las Vegas", y ese se convirtió en mi lema una vez lo memoricé de ese programa de E! Ententainment. Una vez vi como Travis se montaba al techo y salía disparado volando por los aires en una escoba, y yo decía: “mierda, ¿Travis-bruja?, ese Travis es cosa seria”

Tengo veintinueve años, o veintiuno, no sé… siempre se me ha complicado esto de los números. La cosa es que ya soy mayor de edad y no puedo, y tampoco me dejan tomar ni una sola cerveza, desde esas vacaciones en que estuvo el tío me emborrachó a punta de Budweiser. Ese día me di cuenta de que si la decisión estuviera en mis caninas y chocolatudas patas sería un chocolate-alcohólico empedernido(chocolAlcohólico), o bueno no necesariamente un alcohólico; al tío Joseph le escuché decir que los alcohólicos eran los que iban a reuniones, y yo no iría, entonces no lo sería, sería más bien un chocorracho (un chocolate- borracho).

Momentos más, momentos menos, llegamos al día de hoy, el más esperado del año, el que sin duda será uno de los mejores recuerdos. Los he escuchado planeando estas vacaciones familiares desde hace meses y bueno no puedo negar que me pone feliz como una lombriz-de-chocolate-feliz.

Ya todos se han despertado, han puesto manos a la obra, han empacado todo y la hora de partida es a las cinco de la mañana, no entiendo mucho de la hora, pero le escuché decir a mamá que faltan solo unos minutos.
Es momento de salir, hacen conteo de cabezas, estamos todos completos, somos todos los que estamos y estamos todos los que somos, y Travis comienza a mimarme, a consentirme, yo estoy tan extasiado que ni le presto atención a lo que me dice, ya lo único que quiero es montarme en un carro y salir de vacaciones, traigo mis gafas oscuras puestas y mi... ¿hueso?, ¿dónde esta mi hueso? Y salgo a la máxima velocidad hacia mi casa en el patio trasero porque allí me lo he olvidado, dando saltos lo mas grandes que puedo, y en cuestión de segundos estoy allí, en mi casa, recogiendo mi hueso de carnaza y escucho como la puerta se cierra, y me desespero y corro a ver que ha pasado y yo no puedo creer lo que mis ojos verdes-chocolate me muestran, han cerrado la puerta y se han olvidado de mí, de su chocolate preferido, ¿cómo puede ser posible?, pienso que debe ser la emoción, que en cualquier momento se darán cuenta que me olvidaron en casa y regresarán corriendo en mi búsqueda, ¿o sería que Travis se estaba despidiendo y por culpa de mi remarcable entusiasmo no presté atención a las palabras que pronunciaba? ¡No!, Es imposible, si yo soy parte de esta familia.

Han pasado tres horas y sigo aquí echado junto a la puerta que da a la calle, con mi hueso de carnaza y mis gafas oscuras puestas: ESPERANDO QUE REGRESEN POR EL CHOCOLATE OLVIDADO. Suena el timbre, ladro como puedo preguntando quién es.