Era de
noche yacíamos desnudos, recientemente te había contado una historia
fabulosa, acerca de un momento mítico en mi vida, se que exageré un poco, sin
embargo tus ojos se iluminaron y me regalaste con una sonrisa, y entonces una epifanía
me llevó a entenderlo todo.
Cuando los
hombres eran apenas dueños de su lenguaje, las mujeres estaban encerradas
protegiendo sus crías y a ellas mismas de la vida salvaje. Mientras ellos
marchaban ellas miraban apasionadas desde la entrada de la cueva el mundo del
que estaban ocultas, sus ojos brillaban mirando de a poco el panorama,
anhelando la aventura de sus dioses, de sus amos, de sus amores. Dibujaban en
los muros las proezas y lo aprendido de ellos.
Ellos, nómadas,
cazadores, peleaban con fieras, buscaban alimento y en eso se resumía todo.
Bueno tal vez había que librar algún peligro de vez en cuando.
En las noches
entraban con sus antorchas y explicaban en lenguaje de cavernícolas la historia
que habían vivido, explicando detalles inauditos, cultivando con
magia los oídos de ellas, exagerando la realidad para que tuviera la suficiente
sal, ellas volaban a ese mundo de caza se estremecían se emocionaban y por fin
en un rincón de la caverna se dejaban amar orgullosas de sus héroes. En
sus ojos brillaba el placer de sus cuerpos y el placer de lo etéreo.
Una noche cualquiera la
historia que se exponía en la caverna trataba de cómo
se habían caído por una cascada seguidos por una serpiente
gigante, en la caída despertaron a unos cocodrilos
que dormían tranquilos cerca de un pantano y que animados por el
hambre corrieron en el encuentro de los cazadores cazados, armado con una lanza
uno de los cavernícolas pudo herir de muerte a la serpiente y con
ella calmar el hambre de los cocodrilos, como pudieron corrieron de tal peligro
y únicamente cazaron un cerdo salvaje y dos conejos. Ese día habían librado
un hechizo que un mago les impuso meses antes y en el que
se decía que morirían en las entrañas de una serpiente
gigante, pero al parecer el destino tuvo piedad de ellos
y podían celebrar.
Cada noche una historia, cada
historia se reflejaba en el brillo de los ojos de ellas y el tiempo pasó, y los
hombres fueron cambiando de hábitos y las mujeres también.
Sin embargo hoy voy saliendo
del trabajo y la oficina ha sido más fría que una plancha de una
morgue, pero salí pensando en tí, llegué a casa y te conté cómo el
chico tímido del trabajo enfrentó con aliento de león al jefe y le
puso en su lugar. Te conté de lo desafiante que había sido hablar de
un negocio con los gringos que al final terminó en éxito, que a todos en
la oficina les había pasado una anécdota en
las peluquerías alguna vez. Te hablé también de la forma en que me
cole en el metro apenas con 10cm^2 de espacio, de la historia de la chica que
se atrevió a hablarle al muchacho que le gustaba en el metro entre la multitud,
pero él era gay. Te conté todo con la magia que llevo adentro para
hacer brillar en tí esos ojos que siempre me gusta mirar cuando nos
estamos amando y estás desnuda a mi lado.
Tavo.
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