
(la imagen NO es mia, pero no quería retrasar mas esta publicación)
Se que los humanos siempre han tenido ese maldito deseo de ser dioses capaces de crear vida artificial. Cuando salgo a la calle y miro a mi alrededor pienso: ¡felicidades, lo han logrado!
Vivo en estas calles plagadas de estos asquerosos seres rellenos de cables y circuitos a los que he decidido llamar voids. Debo aceptar que los humanos hemos creado seres mentalmente superiores, sensiblemente inferiores y físicamente… casi idénticos a nosotros. Seres que caminan como humanos, se ven como humanos, hablan como humanos e incluso tienen la capacidad de guardar en sus avanzadas memorias cada experiencia, cada palabra, cada rostro, cada operación matemática, todo, absolutamente todo.
En cuanto a su apariencia externa puedo decir que son perfectos, como nosotros, pero hay algo que los científicos nunca pudieron lograr, y fue hacer que sus ojos se vieran como los nuestros.
Desde pequeña me suceden dos cosas. Una de ellas es el hecho de que me sentía fascinada por los ojos oscuros, me quedaba absorta inmiscuyendo en las profundidades de esa alma oscura y misteriosa tratando de descubrir los enigmas y los miedos que se escondían en las entrañas de esa persona a través de sus ojos sombríos, donde otros simplemente veían una barrera impenetrable en la que solo eran capaces de ver su propio reflejo. La otra es que siempre escuché que la gente decía que los ojos son el reflejo del alma, pero esta frase solo comenzó a tener un verdadero sentido en el momento en el que estos seres aparecieron, ya que es la mas perfecta explicación de los imperturbables y asquerosamente misteriosos ojos blancos de los voids. Esos ojos que por más que los científicos intentaban que fueran verde esmeralda, azul turquesa o marrón, tarde o temprano, sin ninguna explicación se volvían blancos.
Y así, día tras día salgo a las calles y escucho a las personas que sienten envidia de estos seres, pero se que en el fondo, entre esa maraña de cables, son los voids quienes tienen envidia de nosotros, envidia porque no pueden sentir el aire fresco, el olor del pan recién horneado, el sabor del chocolate, el tacto del algodón, no pueden amar, odiar, respirar, sentir, vivir, morir. Pero sobre todo, envidia de mis ojos negros y mi alma inquieta.